Según Ismael Quintanilla, transitamos hacia un nuevo
concepto de las organizaciones, en las que organizaciones, productos,
empleados, tareas, servicios, consumidores, usos y satisfacciones constituyen una
misma realidad de análisis, es decir, una red.
Estas interacciones se pueden observar con facilidad
en una sociedad de consumidores, donde la oferta y la demanda establecen las
reglas a seguir para afrontar la lógica de los mercados. El mercado es el lugar
donde confluyen las demandas y las ofertas de empleo, los ciudadanos que buscan
empleo lo saben y se afanan en proporcionar un producto lo más atractivo
posible para aumentar el valor de lo que desean vender. El producto que ponen a
la vente en el mercado laboral no es otra cosa que ellos mismos.
Zygmunt Bauman (2007) es el principal valedor de
esta línea de pensamiento, desde la que sostiene que el reconocimiento social y
económico se logra adaptándose a las nuevas formas de contratación en las que
los potenciales trabajadores deben transformarse en productos capaces de atraer
la atención, captar clientes y generar la mayor demanda posible. Sobre las
consecuencias de tal razonamiento se pueden destacar dos aspectos:
-
Los buscadores
de empleo deben tener buena presencia física, estar preparados para las tareas
que tendrán que realiza, presentar un aspecto saludable, ser disciplinados y
estar dispuestos a trabajar sin apenas reivindicaciones.
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La responsabilidad
de encontrar trabajo recae directamente sobre el promotor-vendedor, es decir
sobre aquel o aquella que necesitan un empleo.
En 1997, A.R. Hoschild se refirió a un nuevo
término, lastre cero, para referirse
a los empleados que sin importar los incentivos económicos cambiaban de empleo
con total facilidad. En la actualidad se ha convertido en sinónimo de “sin
compromisos y obligaciones”. El empleado ideal sería una persona que no tenga
lazos, compromisos ni ataduras emocionales preexistentes y que además las
rehúya a futuro. Una persona dispuesta a aceptar cualquier tarea y preparada
para reajustar y reenfocar instantáneamente sus inclinaciones, abrazar nuevas
prioridades y abandonar las ya adquiridas lo antes posible. Una persona
acostumbrada a un entorno en el que “acostumbrarse” no es deseable y por lo
tanto es imprudente. Finalmente, una persona que deje la empresa cuando ya no
se la necesita, sin queja ni litigio. Una persona, en definitiva, para quien
las expectativas a largo plazo, las carreras consolidadas y previsibles y toda
otra forma de estabilidad resulten todavía más desagradables y atemorizantes
que la ausencia de ellas.
Bibliografía:
Quintanilla, I (2013) Psicología social del trabajo. Madrid. Ediciones Pirámide
Bauman, Z (2007) Vida
de consumo. Consuming Life. México. Fondo de cultura de Económica
Aida,V.